de capa | domingo de ramos
Párala ahí, hermano
Al saetero se le escapó el Herodes y no iba a permitir que la Amargura pasara de largo sin oírlo cantar
Lunes Santo de la Semana Santa de Sevilla 2025, en directo
En la primera década del siglo XXI, si disculpan el tópico charcutero, se ataban los perros con longanizas. Lehman era sólo el portero del Arsenal, antes de que por culpa de sus hermanos del otro lado del Atlántico nos diésemos cuenta de lo que vale ... un default , y la única prima de riesgo que nos sonaba era aquel pariente del pueblo un poco casquivana a la que no convenía arrimarse entre los efluvios de la fiesta patronal. El dinero público fluía en cascada desde el político manirroto (pleonasmo) hacia los más pintorescos chiringuitos. Al Consejo de Cofradías, subvenciones mediante, le salía por las orejas una pasta que permeaba hasta el sustrato más modesto de la industria semanasantera.
Saeteros, aquí, hay más que procesiones extraordinarias: eximios cantaores y también mucho jornalero del quejío a quienes desde la calle San Gregorio se quiso contentar en aquella primavera de 2005. Uno por cofradía contrató el Consejo, con ese paternalismo igualitario tan propio de la época: lo mismo para aquella a la que rara vez le cantan que a ésa a la que le sobran vates voluntarios y le faltan balcones en su recorrido. Verbigracia, la Amargura. «¿Su puede poner en tu piso de la calle Francos?», preguntó un amigo entonces en la Junta de Gobierno. «Sí, si no le importan las condiciones precarias».
Mi vivienda actual estaba en obras. Peor: amenazaba ruina literalmente, con papeles certificados por Urbanismo. Estaba apuntalada y enfoscada a medias, sin sanitarios ni más vituallas que las improvisadas entre dos bolsas de hielo dentro de una espuerta olvidada por los albañiles. Para acceder, era necesario aprovechar el hueco de La Estrella, después del trenecito La Cena-Hiniesta-San Roque y un terceto de frikofrades de confianza se brindó para arropar al artista con atavío adecuado de Domingo de Ramos en lugar del chándal de rigor (mortis) que luzco, entonces y hoy, en día festivo. «Voy a calentar la voz», dijo por todo saludo el saetero antes de ponerse a dar berridos ante la anonadada concurrencia.
Discurrió bajo nuestros pies el misterio del Desprecio de Herodes como una exhalación y con estruendosa percusión que impidió ni siquiera que el buen hombre se arrancara. «Yo voy a cobrar igual», sonoro sardónico ante el fiasco mientras relataba su plan para provocar la detención del palio. «Hay mucho capataz desaprensivo, pero soy perro viejo. En cuanto aparezca el primer cirial, le pego un chillido que verás», anunció desafiante con recio acento lebrijano –o quizás era de Trebujena–. Dicho y hecho. Nada más asomar los acólitos por el ensanche de Placentines, el tío acalló a la bulla con un ayayayayay que hizo temer por el derrumbe del edificio. Se arrepintió el primer verso de la saeta cuando María Santísima de la Amargura y San Juan Evangelista caminaban hacia nosotros: «Párala ahí, hermano, párala ahí», cantó por martinetes y el Ollero de turno no tuvo más narices que arriarle el paso delante. «Tengo ya muchos tiros dados», se despidió triunfante tras embaularse de un trago una lata de Cruzcampo.
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